20 jul 2011

EL EFECTO CAMPS

Entre la espada y la pared. Así se puede definir la situación de Francisco Camps dentro del PP en el día que tenía que acudir al juzgado para asumir su culpabilidad y pagar la multa establecida por la “causa de los trajes”. Aceptar la culpabilidad significaba asumir lo dicho hasta ahora como mentiras continuadas que dejarían marcado su futuro en la política, pero también un daño irreparable al partido y a su líder, Mariano Rajoy, quien apoyó, aunque con la boca pequeña, al presidente valenciano.
La otra salida era la dimisión, y así lo ha hecho. No ha aceptado ser culpable por algo que siente en su más profundo convencimiento que es falso. Pero entonces, por qué esperar tanto tiempo para llegar a este momento. Tanto tiempo de especulaciones que lo único que han hecho es erosionar su imagen y la del partido, pese a obtener mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana. Erosionar, porque siempre queda la sombra de la duda. La defensa que está dispuesto a hacer de su caso desde fuera de la política, ya la podría haber realizado hace bastante tiempo. La cercanía de las elecciones generales es, sin duda, un elemento fundamental en este análisis. El PP no quiere que este tema enturbie su camino hacia el éxito electoral que puede llegar incluso este mismo año si se adelantan las elecciones generales. Busca evitar en la medida de lo posible que este asunto pueda ser utilizado por el PSOE para hacer sangre. Que lo hará de todas formas, pero su efecto quedará reducido. Y en eso consiste la dimisión de Camps. No enturbiar el camino al éxito del PP, no servir de tema recurrente en cada mitin socialista en la campaña de las próximas elecciones.
No obstante, varios implicados en esta causa han asumido la culpabilidad y pagarán la multa establecida: el exvicepresidente del Consell, Víctor Campos, y el exjefe de la Consellería de Turismo, Rafael Betoret. Ambos han acudido al juzgado con el escrito de conformidad bajo el brazo. En principio se consideran culpables de cohecho impropio. De no ser así, no se entendería cómo asumen una culpabilidad si se consideran absolutamente inocentes.
Lo cierto es que Camps sale del Gobierno valenciano en loor de multitud. Como una víctima propiciatoria. Posiblemente consiga el efecto de cohesionar más aún la sensibilidad de los votantes del PP y de aquellos indecisos que pueden ver este gesto como un golpe de autoridad dentro del partido y un gesto positivo del político valenciano. La justicia dirimirá si hubo cohecho impropio o no también en Francisco Camps, pero una vez más se pone en juego la decisión ética de apartarse de la vida política cuando un cargo público está imputado en una causa y no aferrarse al poder a pesar de lo que caiga. Son muchas las instituciones públicas donde encontramos imputados de diversa consideración y hay que ser exigentes como la política y los políticos. La regeneración moral de la vida pública pasa por asumir la responsabilidad y la honradez de saber dimitir en su momento, no cuando las circunstancias te ponen entre la espada y la pared.

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