4 may 2011

ESTADOS UNIDOS ES "EL PUTO AMO"


Hace poco, con motivo del clásico del fútbol español entre el Real Madrid y FC Barcelona, que tuvieron que enfrentarse en dos semanas cuatro veces en diferentes competiciones, las ruedas de prensa protagonizadas por los entrenadores de ambos clubes fueron ganando en intensidad hasta el punto de convertirse en combates dialécticos donde la contundencia de los comentarios del entrenador del Real Madrid, José Mourinho, criticando duramente los arbitrajes y al propio rival, eran difícilmente superables. Tal era la situación, que el entrenador del FC Barcelona, Pep Guardiola, un hombre que hasta el momento se había mostrado respetuoso y comedido en sus comentarios y análisis, terminó diciendo que Mourinho era “el puto amo” de las ruedas de prensa. 

Esta expresión, que viene a significar de manera enfática el poder de una persona en un ámbito, me ha sugerido aplicársela, después de lo visto estos dos últimos días tras la muerte de Osama Bin Laden, a los Estados Unidos. En efecto, Estados Unidos es “el puto amo”. Decide lo que tiene que hacer sin ningún tipo de contemplaciones, sin tener en cuenta que puede estar actuando contra la legalidad internacional y usando métodos muy poco éticos. El objetivo lo tiene claro y lo busca hasta que lo consigue, independientemente de lo que opinen los demás. Históricamente ha sido así. No lo tomo ni como un defecto ni como una virtud, sino como una manera de entender el papel que juega en este mundo y que lo tiene asumido tanto sus dirigentes como los ciudadanos estadounidenses. 

La mentalidad europea dista bastante de la norteamericana y choca en muchas ocasiones con esa manera de entender las relaciones internacionales y de actuar allí donde haga falta sin más. La muerte de Osama Bin Laden, máximo responsable de los atentados de 2001 en Estados Unidos que acabó con cerca de 3.000 personas, a manos de un cuerpo de élite estadounidense, ha dejado ciertas dudas por la poca transparencia de lo acontecido y, sobre todo, por las contradicciones en las explicaciones dadas sobre lo que sucedió en el momento de la intervención. A esto se le une los métodos utilizados para sacar la información sobre el lugar en el que estaba el líder de Al Qaeda. El método de la bañera, hundir en el agua hasta casi el ahogamiento, practicado hasta 183 ocasiones a uno de los detenidos tras los atentados del 11-S, deja en evidencia hasta dónde pueden llegar con sus métodos con tal de alcanzar el objetivo propuesto. Además, es poco entendible el porqué se ha desvelado esta información si no es para remarcar que cuando se trata de un hecho de la naturaleza de lo sucedido el 11-S, Estados Unidos no se anda con medias tintas. Evidentemente, que Osama Bin Laden haya muerto no produce ni mucho menos tristeza en buena parte del planeta, pero cierto estupor sí que causa los métodos utilizados. 

De la misma manera, la desconfianza en Pakistán, país donde se encontraba Bin Laden residiendo desde hacía varios años, hizo que esta operación se realizase en el más estricto secreto sin consultar en ningún momento con el Gobierno del país. El temor de que Pakistán pudiera entorpecer el operativo es suficiente justificación para adoptar la decisión de no contar con presuntos aliados que no están claros del todo. Cómo podría explicarse que Bin Laden llevase años viviendo en ese edificio, que no pasaba muy desapercibido, sin que la administración pakistaní tuviera conocimiento.  

El poderío militar y político de Estados Unidos se ha vuelto a poner de manifiesto en esta ocasión. Podremos criticar sus métodos, su transparencia, etc., pero críticas cargadas en muchos casos de hipocresía porque en el fondo entendemos que hay ciertas cuestiones que no pueden solucionarse al pie de la letra de lo que los convenios internacionales postulan y que es necesario ir más allá. Es penoso, pero es la cruda realidad. El fin no debería justificar los medios, pero la política invierte en muchas ocasiones este principio. La cuestión es que Estados Unidos lo hace, bordea constantemente la línea divisoria, incluso la sobrepasa. En la muerte de Bin Laden no me imagino al líder de Al Qaeda siendo detenido y llevado ante la Justicia, incluso dudo que se dejara capturar para ser juzgado. Detener a Bin Laden para juzgarlo podría suponer un estado de ira en sus seguidores y de permanencia mediática mucho más prolongado en el tiempo que con su muerte.

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