17 abr 2011

PRECAMPAÑA, CAMPAÑA ELECTORAL Y EL AGUANTE DE LOS CIUDADANOS


La nueva Ley Electoral ha limitado el periodo en el que las distintas instituciones aprovechaban antes de las elecciones para inaugurar nuevas infraestructuras. Colegios, carreteras, centros de mayores, guarderías, puentes y hasta aeropuertos (como el surrealista aeropuerto de Castellón, estrenado pero sin ningún tipo de operaciones hasta a saber cuándo) fueron presentados en sociedad. Hemos asistido en ocasiones a cómo al no ser posible inauguraciones se recurre a otras estrategias de marketing electoral como presentaciones de la infraestructuras para posteriormente llevar a cabo su inauguración, primeras piedras, evolución de las obras.

En ese periodo permitido por la Ley, no faltaron inauguraciones por parte de todas las formaciones políticas con responsabilidades de gobierno, desde el Gobierno central, hasta el autonómico, pasando por cabildos insulares y ayuntamientos.  Todos presentes en las inauguraciones y con el mismo afán de protagonismo y de salir en la foto. Una vez concluido este recital por mostrar lo mucho y bien que trabajan nuestros políticos, entiéndase la ironía, comienza una de las fases que, especialmente para los ciudadanos de a pie, es la insoportable. Tiempo de que los partidos políticos muestren a sus respectivos candidatos a las elecciones y pasar de inaugurar obras a presentar aquellos quienes las inaugurarán la próxima vez. Las formaciones políticas calientan motores con vistas a las elecciones autonómicas y municipales del próximo 22 de mayo. Los líderes políticos afinan el verbo para llegar al votante y trasmitirle sus ideas, proyectos y propuestas de futuro.

Mientras, el resto de los mortales observamos y escuchamos con resignación y aguante estoico la cantidad de promesas anunciadas en estos días de precampaña y que se acentuarán en la campaña electoral. Proponen y proponen sin tener la más mínima consideración por el votante, como si éste no tuviera memoria, como si no fuese suficiente la cantidad de promesas que se han quedado en el pasado en eso, promesas.  El político crea falsas expectativas que desembocan en el descrédito de la clase política. Votamos a sabiendas que mucho de lo que dicen no se va a cumplir, serán incapaces de realizarlo, pero aún así ejercemos libremente nuestra decisión depositando nuestra voluntad y nuestra fe en aquel candidato o formación política que consideremos, bien por motivos ideológicos o pragmáticos. La realidad no existe en la campaña electoral, se dibuja un escenario virtual de buenas acciones y de trabajo sinfín por la ciudadanía.

Sí, los estómagos tienen que estar bien preparados para que la revoltura no llegue a más. La indecencia por la que se pasean por lugares que jamás han pisado, es otra de las grandes características de estos días. Mercados, plazas, barrios, cooperativas, asociaciones vecinales, y un largo etcétera, son objetivos propicios para hacerse con un puñado de votos. Para ser político se necesita algo especial, una buena dosis de cinismo, no se puede negar. 

El no va más de los candidatos y de los partidos políticos son los mítines. Actos que se convierten en auténtico fervor de masas donde se aclama y vocifera cualquier manifestación del que suba al atril, cualquier verdad o cualquier mentira, cualquier gracia o menosprecio al rival. Lo que menos importa son las ideas. Al mitin no se va a eso. Lo que importa es la espectacularidad, la música, las banderitas, los jóvenes sonrientes detrás del atril del orador. Simpatizantes y militantes del partido se convierten en ‘hooligans’. Mientras, el político pierde la noción de la realidad llevado por la excitación y es capaz de decir auténticos disparates.

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