15 sept 2011

LA FALACIA DE LAS DOS HORAS MÁS DE TRABAJO PARA LOS PROFESORES

Y es que así se ha querido vender por parte de algunas comunidades autónomas, Madrid y Castilla La Mancha de momento, los recortes en la educación pública. Mire como se mire son recortes, pese a que algunos ven en esto una optimización de los recursos humanos en los centros educativos motivada por la profunda crisis económica que ha dejado bajo mínimos los ingresos de las administraciones públicas. Recortes en toda regla porque estamos ante una reestructuración de personal que dejará fuera a miles de profesores que hasta ahora venían desarrollando la labor docente, es decir trabajadores que ahora se irán al paro y que deberán recibir de las arcas públicas su correspondiente subsidio de desempleo, que reducirán su consumo y que dejarán los centros educativos con mayor carga de trabajo para los que aún continúen, siendo esta ya importante. 

La principal falacia está en hacer ver por parte de la administración que el conflicto surge del hecho de aumentar en dos las horas lectivas para los profesores, es decir, aquellas horas de clase directa con los alumnos dentro del aula. Visto desde el exterior, para el que no conozca bien los entresijos de la enseñanza, pensará que cómo es posible quejarse por pasar de 18 horas a 20 horas lectivas a la semana. Si la cuestión fuera tan simple, sería el primero en criticar la postura adoptada por los docentes, pero nada más lejos de la realidad. No es solo aumentar el número de horas lectivas a los docentes, sino lo que ello repercute en el resto de la plantilla de los centros educativos, que se ven mermados de personal y ven imposible mantener acciones educativas que hasta el momento se realizaban en los centros como, entre otras, los desdoblamientos, la atención a los alumnos con necesidades especiales o los programas de refuerzo. Cada hora lectiva de un profesor se multiplica por dos o incluso más si no es dominador de la materia que debe impartir, como ya empieza a ocurrir en los centros donde los profesores comienzan a a dar asignaturas que nada tienen que ver con su especialidad. Preparar cada día de clase conlleva su trabajo fuera del aula, ese trabajo que no se ve pero que hay que realizar: confeccionar tareas, material, corregir trabajos y exámenes. Además, dentro del propio colegio los profesores deben realizar otras funciones como las tutorías, guardias, horas de biblioteca, reuniones de departamento, de orientación, sesiones de evaluación, claustros.

La administración, por si no es poco, exige una formación continúa del profesorado por medio de cursos, asistencia a jornadas, congresos, para estar al día de lo último en tecnologías aplicadas a la enseñanza, de técnicas de estudio o de diferentes aspectos pedagógicos y psicológicos para aplicarlos en el aula. Todo ello aderezado con la problemática que los docentes tienen para llevar a buen fin su trabajo: enseñar. La frustración y la impotencia de enfrentarse cada día a alumnos en su mayor parte desmotivados, que no reconocen la autoridad del docente y que no valoran el conocimiento. Tener que lidiar con unos padres que tampoco reconocen la autoridad del profesor, ni tan siquiera en la materia que imparte, y que son capaces de cuestionar los métodos que aplica dentro del aula e, incluso, poner en duda las preguntas de los exámenes que el profesor elabora.

No se está por lo tanto defendiendo las 18 horas, sino que muchos profesores necesarios en la enseñanza pública dejarán su puesto en perjuicio directo de un sistema educativo público que la crisis económica está dejando en una situación muy preocupante.

Una vez más el profesor se convierte en la diana donde los políticos intentan desviar su responsabilidad y su mala gestión. Centrarse en los recortes sin hacer nada por incrementar los ingresos sólo lleva a un callejón sin salida. El fraude fiscal sigue siendo uno de los grandes problemas de nuestro país y que ha causado y causa un profundo daño en las arcas públicas y, en consecuencia, en los servicios públicos. Facturas falsas, trabajadores sin alta, nóminas que no se corresponden con la realidad, subvenciones indebidamente cobradas, empresas tapadera y un largo etcétera de modos de evitar el fisco. Se calcula que el fraude fiscal se sitúa en torno al 23 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). La función de nuestros políticos es priorizar los gastos y no despilfarrar el dinero en acuerdos y en compromisos de financiación imposibles de llevar a cabo por los votos o apoyos puntuales de algunos partidos. Asimismo, dejar de lado las infraestructuras innecesarias y deficitarias para satisfacer los caprichos de los que se dicen ser servidores públicos.

Los profesores sí que trabajan

El informe ‘Panorama de la Educación 2011’ indica que los profesores y alumnos españoles cursan más horas lectivas que la media de la OCDE, esto echaría por tierra la intención de dar a mostrar los “supuestamente poco que trabajan nuestro profesores”. Las horas netas del profesorado español en Primaria ascienden a 880, 101 más que la media de la OCDE, mientras que en Secundaria dedican 713 horas, 12 más que la media de la OCDE y 54 más que la media de la Unión Europea. Pero claro, dado que no se puede atacar por ahí, ahora se pretende atacar argumentando que son los que más ganan. La cuestión parece ser desacreditar a los profesores, por una cosa o por la otra. Recordemos que los profesores como funcionarios y empleados públicos vieron reducidos sus salarios entre un 5 y 7 por ciento el pasado año y que aún continúa en vigor. La administración sigue apretando más y más. La crisis puede justificar sacrificios personales como ganar menos dinero por solidaridad, pero no se puede jugar y poner en peligro un sistema entero bajo la premisa sabida de garantizar los servicios públicos esenciales, pero sin mencionar en ningún momento cómo y a qué nivel quedan esos servicios.

Y lo peor es que aquellos políticos que luego claman por elaborar leyes que reconozcan y protejan la figura del profesor y su autoridad, luego se desprendan con afirmaciones irresponsables que dejan al docente en una delicada situación ante los alumnos y los padres.

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