18 nov 2010

EL GOBIERNO ESPAÑOL Y LA ENCRUCIJADA DEL SÁHARA

Diez días después del desalojo por la fuerza del campamento de protesta saharaui en El Aaiún por la cuerpos de seguridad marroquíes y donde, por ciento, aún desconocemos por fuentes objetivas lo que verdaderamente ocurrió, el Gobierno español continúa sin condenar de manera clara y contundente la actuación de Marruecos. 

Amparado en el desconocimiento de esos datos objetivos respecto de lo sucedido el 8 de noviembre por la mañana, la diplomacia española tiende a repetir el mensaje programado a lo largo de este conflicto: “España siempre defiende la libre autodeterminación del pueblo saharaui”. Incapaz de criticar el veto a los medios de comunicación por parte de las autoridades marroquíes para cubrir y contar lo que allí sucede, ni tan siquiera cuando Marruecos insulta a los medios de comunicación españoles, la diplomacia de este país parece estar más cerca de los postulados marroquíes que de lo que tradicionalmente ha defendido la izquierda en España; también algunos que ahora están en el Gobierno y que se rasgan las vestiduras cuando en otras partes del mundo se violan flagrantemente los derechos humanos.

Estos son los dos elementos con los que está jugando el Gobierno español, la falta de datos objetivos sobre lo que ha pasado y la manida frase de la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. Pero eso no es lo que se le pide. Al Gobierno español se le pide condenar lo que está siendo una violación de los derechos humanos en el Sáhara Occidental y una violación sistemática desde hace años de lo establecido por la ONU. Ni tan siquiera ha tenido valentía para denunciar la muerte de un ciudadano español, como si ser saharaui y además ser español fuese considerado de segundo nivel.

El Ejecutivo de Zapatero quiere adoptar una postura imparcial, pero aquí no se puede ser imparcial cuando los derechos humanos están siendo pisoteados. Ser diplomático no quiere decir ser imparcial, sino saber manifestar con los mecanismos oportunos de los que hace gala un país en las relaciones internacionales la oposición sobre una cuestión si así se requiere. España está en la Unión Europea, donde también está Francia, tradicional aliado de Marruecos, y mantenemos excelentes relaciones con Estados Unidos, otro de los grandes valedores de Marruecos. Entonces, ¿qué hacemos?

España tiene una deuda histórica con el pueblo saharaui. Quizá después de 35 años de la salida de España del Sáhara, en los últimos días de vida de Franco donde se dejó literalmente “tirados” a los saharauis, se mire con distancia y frialdad el problema de esta región vecina de Canarias. Sin embargo, la obligación moral sigue estando ahí, y España no puede mirar para otro lado y dejar hacer a Marruecos por temores inconfesados por el Gobierno, pero conocidos por todos.

Menciono de pasada el papel de la ONU, lamentable hasta la fecha. Un operativo desplegado en la zona, la MINURSO, para no hacer absolutamente nada. Ni tan siquiera capaz de movilizarse para recabar datos “objetivos” sobre lo que pasa en El Aaiún. ¡Claro!, Marruecos no deja, política de hechos consumados.

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