26 mar 2013

LA NEFASTA ACTUACIÓN DE EUROPA EN CHIPRE

La actuación de las instituciones europeas en el asunto chipriota ha sido y es tan lamentable que una vez más están dejando claro y evidente la calidad de los políticos de la Unión Europea, guiados a saber por qué fin, que no es precisamente el de dar confianza y tranquilizar a los ciudadanos europeos. Lejos de ver el final de la crisis, parece que las instituciones europeas se empeñan en complicarlo cada vez más y en aplicar soluciones improvisadas que llevan a la confusión y la intranquilidad a los propios mercados, no digamos ya a los ciudadanos de toda la eurozona.
La falta de control sobre las entidades bancarias europeas por parte del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional y, en general, por todas las instituciones que deben velar para el buen funcionamiento del sistema, pone sobre la mesa una fácil reflexión: ¿qué coño han estado haciendo estos años?
Si la solución a estos problemas de la banca está en saquear las cuentas de los ciudadanos, en base a una presunta sospecha como hay en Chipre sobre blanqueo de capitales de precedencia rusa, qué argumento se esgrimirá en el caso de que este principio de actuación se extendiese a sistemas bancarios de otros países de la eurozona. Hasta qué extremo son capaces de llegar los políticos que velan por el euro. Serán capaces de financiar el rescate bancario quitando directamente dinero de los ahorros de ciudadanos honrados que han logrado con su esfuerzo y buen hacer en negocios o empresas acumular más de 100.000 euros. Visto lo visto, y la manifiesta incompetencia de las autoridades europeas, podemos esperar cualquier cosa.


21 mar 2013

LOS RICOS, UN 30 POR CIENTO MÁS RICOS

Un informe publicado estos días por Cáritas ‘Desigualdad y Derechos Sociales’ refleja lo que muchos podemos imaginar sin necesidad de informes, pero que ahora viene avalado por un estudio: la brecha entre las rentas más altas y las más bajas es cada vez mayor. El informe recoge que desde 2006 la diferencia entre las rentas más altas en España y las más bajas se ha incrementado un 30 por ciento; es decir, a la diferencia ya existente en 2006 se le suma un 30 por ciento más hasta nuestros días.
Y es que, según el informe, se trata de uno de los indicadores de desigualdad más altos de toda la Unión Europea que alerta del riesgo de fractura social que vive la sociedad española. Si este estudio se extrapolase a Canarias, nos encontraríamos, probablemente, con unos índices aún mayores, teniendo en cuenta que Canarias ocupa los últimos puestos en casi todos los indicadores económicos del país. Con una tasa de paro del 33 por ciento y los salarios más bajos de todo el Estado, no es difícil pensar que la diferencia en nuestras queridas Islas es aún mucho mayor que la que refleja este estudio para el conjunto de España.
No cabe duda, y no nos cabía a nadie, que si hay alguien que está pagando las duras consecuencias de esta crisis son las clases bajas, ahora convertidas en clases excluidas, y las clases medias, golpeadas por los recortes salariales, subida de impuestos y, en general, una pérdida de poder adquisitivo sin precedentes. Lo dicho, los ricos más ricos y los pobres más pobres.

18 abr 2012

Y EL REY PIDIÓ DISCULPAS

Si valen las comparaciones, podemos decir que el suceso protagonizado por el rey Juan Carlos I ha sido un error del tamaño de un elefante. Y es que la cacería en la que el monarca sufrió un accidente tras el que tuvo que ser intervenido de la cadera, sí que le está quitando el sueño, al menos, dada la polémica suscitada y la imagen que se ha dado a los ciudadanos, así debería ser, quizá más que todos esos jóvenes en paro que le quitaban el sueño allá por Navidad. Independientemente de que esa cacería no fuese pagada con el dinero que se le tiene asignado a la Casa Real en los Presupuestos Generales del Estado, la coyuntura socio-económica de este país no está para ver cómo el jefe del Estado pasa unos días placenteros cazando elefantes, mientras el país pasa por uno de los momentos más delicados de las últimas décadas. El Rey tenía que buscar la fórmula para disculparse ante los españoles. Guardar silencio ahora e intentar dejar pasar este asunto esperando que el tiempo lo borre no habría echo más que empeorar la situación. Don Juan Carlos aprovechó su primera aparición pública tras el alta hospitalaria, y ante los medios de comunicación, para disculparse: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir". Parece la manifestación de un niño que ha hecho una travesura y al verse pillado no le cabe otra que  asumir su error. Puede ser insuficiente para unos y adecuado para otros esta forma de disculparse, pero seguro que ha sido un mal trago para el jefe del Estado afrontar esta situación.
La monarquía, como institución, y el rey Juan Carlos, en especial, gozan de una importante y valiosa estima entre los españoles. Es cierto que no es la primera vez, pero calibrar el momento es lo mínimo que se le puede exigir al jefe del Estado. Acciones como la acaecida no solo hacen daño a la figura individual del rey, sino que también perjudican a la institución y hace peligrar la concepción que hasta ahora tienen los ciudadanos del monarca y de la monarquía como institución más valorada. El Rey debe pensar en el presente y en el futuro de la monarquía, en preservar la buena imagen ganada a pulso durante estos 37 años de reinado y dejar un legado al futuro rey, su hijo Felipe, que no esté salpicado de lleno por acciones erróneas que pueden ir poco a poco diluyendo el crédito que la Casa Real aún ostenta.
Tampoco es justo cuestionar por este hecho la labor de don Juan Carlos en su reinado, los hechos están ahí y son incontestables, más allá del discurso ideológico de estar a favor de la monarquía o de la república. Otro debate bien distinto es plantear si el Rey mantiene viva la ilusión de seguir con la jefatura del Estado, o bien ha llegado la hora de abdicar. Aunque parece oportunista plantearlo en este momento, el deterioro físico que el rey ha experimentado en los últimos años es evidente y cabe preguntarse si el rey está aún en plenas facultades físicas y anímicas para hacer frente a la responsabilidad que conlleva la jefatura del Estado.