3 abr 2013

LA POLÉMICA DEL 'ESCRECHE'

Los ciudadanos estamos cansados de ver cómo la situación de crisis se ceba con los más desfavorecidos, creando situaciones injustas poco entendibles en las circunstancias actuales. La polémica con las preferentes y los desahucios son dos ejemplos de esta perversión del sistema que sufren muchos españoles y que tienen dos elementos comunes: los bancos y los ciudadanos.
Ante todo ello la indignación ciudadana es comprensible. Las plataformas en contra de estas actuaciones han ido ganando en fuerza y en apoyo social, reclamando un cambio legislativo que proteja más al ciudadano ante la ferocidad de los bancos. Las protestas, manifestaciones, concentraciones ante viviendas que van a ser desahuciadas son dignas de mención. En todas ellas se observa un denominador común: familias muy humildes con condiciones de vida muy complicadas son obligadas a dejar su casa.
Ahora bien, considero un error que este tipo de movimientos entre en el juego de lo que se ha denominado como “escraches”, el acoso hasta en los domicilios privados de los políticos para influir en la toma de decisiones. Los políticos han dejado mucho que desear en esta crisis, de todos los colores, unos más que otros; cierto. La clase política en su conjunto no pasa por su mejor momento de valoración. Pero el punto de partida es diferenciar la esfera pública de la privada. Traspasar esa línea puede conllevar ciertos riesgos que una democracia no se puede permitir, sobre todo, porque son representantes públicos que han sido elegidos en las urnas.
Es cierto que la legitimidad no se gana solamente cada cuatro años, sino también con la acción directa de gobierno, pero traspasar la línea supone una violación del derecho fundamental de toda persona a su privacidad. Una cosa es abuchear o “montar el pollo” en los actos públicos, pedir y exigir a nuestros gobernantes decisiones en una dirección determinada,  y otra bien diferente hacerlo en el domicilio del político en cuestión, con sus familiares, amigos, o en cualquier otro escenario lejos de lo que es su vida como persona pública. Este tipo de actos es más o menos consentido en la medida que es ajeno a nosotros, no nos afecta directamente, y en la medida que se ve a los políticos como elementos sospechosos. Ahora bien, y si mañana no son los políticos, o no son solo los del PP, y comienzan también por otras formaciones políticas, o algún medio de comunicación, por ejemplo, que decida mantener una opinión discrepante sobre este u otro colectivo; también harán “escraches” para influir en su opinión.

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